Ir al contenido principal

Entradas

Cómo me gustas.

Entradas recientes

No te siento.

Oscuridad. Algo imperpetrable, tan opaco que nuestros huesos se quiebran al más mínimo paso. Oscuridad. Todo aquello que nos hace desvanecer. Una forma de sucumbir a la fusión, a la mutación de un ser en millones de partículas. Oscuridad, no te siento. ¿Cómo dejé de sentir? ¿Qué? No comprendo. Oscuridad. Ya no te tengo miedo. Como si en un principio te temiera. Bueno... en realidad sí. Absorbiste todos mis recuerdos, los convertiste en pesadillas. Pesadillas constantes, repetitivas. Quizás uno acabe acostumbrándose a la oscuridad, mírame a mi, ya no te siento. ¿Cómo dejé de sentir? ¿Siendo eso, partículas? Prefiero seguir viviendo de una pieza.

I.

"Hay quien se queja de amor, y yo no lo comprendo. Otros mueren en el desasosiego cuando a mi me importa un bledo. Cientos y miles mueren por un beso; yo por un amigo. Sin embargo, aun escribiendo esto, sé que no te tendré conmigo".

364 y 3/4.

Corren duros minutos que suponen un cambio. ¿Para bien? ¿O para peor? Buena pregunta. No sabría cómo explicarlo, querido blog, pero buenas vibraciones escasean en mi ser, sin embargo, tampoco noto lo contrario. Supongo que la sumisión me ha llevado a un estado de mutilación sentimental bastante evidente. Sé que estar tirado en el sofá no es la solución, tampoco estar hinchándome a chocolate suizo viendo películas de serie B con actores de pacotilla. ¿Pero qué hago? ¿Acaso me creo Indiana Jones? ¿O un Angry Bird enfurecido, quizás? No. Para nada. ¿Entonces qué hago?  Quizás la mejor idea sea meterme entre las sábanas, contemplando la oscuridad. Una oscuridad que puede abarcar lo que queda de página, y la siguiente.  O quizás delire.

Inocente.

Pecas de inocencia. Sobre todo en este día. Crees que te podrás desahogar, diciéndole todo cuanto quisieras decirle a esa persona, pero al final acaba sin creerte.  Merece ser quemada en la hoguera por el simple hecho de no tomarte en serio, de no profundizar en cada palabra que pronuncias, arte que solo tú dominas. El don de la sinceridad. Pero eres inocente, y los inocentes en este mundo no van a ninguna parte si no es a la infravaloración. ¿De qué vale echarle cojones a la cosa diciendo aparentes idioteces? No merece la pena. Y sobre todo hoy. Inocente, no mereces la pena.

Wolf.

Estaba perdida. El bosque podía sentir a su próxima víctima acercarse con miedo a la jauría. Se escuchaban gemidos de una niña de definidos bucles y grandes ojos almendrados. Con una mano sujetaba con delicadeza su abrigo, rasgado por la corteza de los pinos; con la otra cogía impulso. A pasos de gigante -tan insignificantes- y ahogados. Por su cabeza discurría una historia rotundamente diferente, imaginando que aquello fuera como el cuento de Caperucita Roja; sólo faltaba el cazador que la rescatara. Tenía miedo. Pudo comprender después de su corta edad que el miedo no tenía nada que ver con leyendas urbanas, ni con historias como el chupacabras o el hombre del saco, ya que, al fin y al cabo, se desarrollaban en macabros libros.   Miedo era desorientación; desorientación no era el hecho de no saber el camino de vuelta, sino el ni saber reaccionar ante las adversidades. No la acompañó ningún mentor, tampoco una figura paternal: tenía que valerse por sí misma. Era ella con

Hiding tonight.

Imagina la situación: estás tumbada en el sofá, disfrutando de la soledad del piso, ese cubículo que a veces resulta eterno para coger algo para comer. Te pones los cascos, intentando evadirte, viajando al mundo que te gustaría, ignorando los estúpidos e irreverentes programas de la caja boba. Imagina que de repente te quedas dormida, como quien no quiere la cosa, y sientes cómo vas entrando en la quinta fase del sueño tras haber sido arropada por Morfeo. Sin embargo, te levantas. Así, de repente, ya son las tres de la mañana y tú todavía con la televisión encendida, aún invadida por la soledad, pero acabas arropada con una bonita manta de tela gorda y fondos de lana. Te extrañas, lo sé, quizás la estabas pidiendo a gritos en tus sueños al verte rodeada de una gran ventisca, no obstante la encuentras físicamente rodeando tus estrechas y marcadas caderas. Para cuando comienzas a reaccionar, todo se desvanece. El escenario cobra la oscuridad; en tu entorno hay una cama en la que est